Adentrándose en el más allá

 
A
VANZAR POR LA ESTRECHA VEREDA que, al través del desarrollo de facultades extra-sensoriales, permite a los vivos adentrarse en el mundo de los desencarnados, constituye una riesgosa aventura. Como ya se ha dicho, la mayor parte de los médiums tan solo logran establecer comunicación con espíritus ubicados en planos de muy densa vibración. El contacto con esta clase de seres resulta a la postre altamente perjudicial para las personas que lo realzan y para los propios espíritus. Muy diferente es el caso de la relación que se establece con espíritus que habitan ya en las moradas celestes, los cuales están siempre dispuestos a proporcionar una invaluable y generosa ayuda a los seres humanos.
 
Bajo la acertada dirección de doña Esther Gomiz, Jorge había ido adentrándose en el mundo de los espíritus. Percibió primero que esa otra realidad está integrada por múltiples planos y comenzó a diferenciarlos. Superó sin mayor esfuerzo la tentación de establecer comunicación con los seres de los niveles inferiores. Desarrolló la necesaria sensibilidad para hacer contacto con el espíritu que guiaba a su maestra, el de don Antonio Cortina, el mismo que a partir de ese momento se convirtió también en su mentor.
 
Al través de las enseñanzas recibidas directamente de don Antonio, Jorge fue comprendiendo que lo que determina el nivel de vibración de cada ser son los objetivos que, consciente o inconscientemente, este se ha fijado como meta. Así pues, resultaba imprescindible que él supiese con toda precisión cuáles eran realmente los propósitos que le guiaban en su determinación de adentrarse en el mundo de los espíritus. Tras de realizar una cuidadosa introspección de sí mismo, llegó a la conclusión que la intención que lo motivaba era un auténtico y sincero deseo de ayudar a los demás, del todo desprovisto de cualquier afán de lucro, poder o lucimiento personal.
 
Otra cuestión que, a juicio de don Antonio, revestía una particular importancia era la relativa a la manera específica que cada cual tiene para lograr desarrollarse, manera que debe ser buscada, encontrada y aplicada por cada ser de forma particular. Jorge se empeñó, por tanto, en resolver esta cuestión y encontró que su forma personal de buscar el desarrollo era la de «dejarse llevar», esto es, la de tratar siempre de ajustarse a todo tipo de cambios y circunstancias, sin pretender cuestionar el porqué de las cosas, aceptando que cuanto existe es resultado de las leyes cósmicas y divinas.
 
Cuando don Antonio juzgó que su nuevo médium había alcanzado el nivel adecuado para ejercer plenamente dicha función, no se limitó ya a dialogar con él, sino que comenzó a transmitir por su conducto toda clase de enseñanzas y orientaciones. El número de personas que acudían con Jorge buscando ayuda y solución a sus problemas crecía continuamente; si lo que este anhelaba era poder ser útil a los demás, había encontrado la forma de lograrlo.
 
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En contra de lo que Jorge y Loma habían temido en un principio, ambos pudieron continuar desempeñando normalmente sus respectivas actividades musicales y dancísticas. Incluso Jorge añadió a sus ya múltiples ocupaciones la de subdirector de la Editora Musical de Cuba, institución que llevó a cabo, en las décadas de los setenta y los ochenta del siglo xx, una importante labor de difusión a nivel internacional de la música popular cubana. El desempeño del mencionado cargo permitió al médium y músico establecer relaciones de amistad con un gran número de cantantes y compositores de la isla, algunos de los cuales, como Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, alcanzarían grandes éxitos y enorme popularidad.
 
La relación de la pareja no podía ser mejor. Durante varios años nada turbó la felicidad de Jorge y Lorna, por lo que estos se hallaban convencidos de haber logrado encontrar su contraparte a esa otra mitad de cada uno de nosotros, de la cual fuimos separados en el principio de los tiempos, según relatan los mitos y las leyendas de muy diversos pueblos. Luego, los estrechos vínculos que los unían comenzaron a sufrir un lento pero ininterrumpido deterioro. ¿Qué era lo que estaba pasando? Tal vez Fidel Castro había previsto lo que fatalmente ocurriría. Su resolución de que si la bailarina norteamericana desdeñaba al comandante Barbarroja sería despojada de ciertos privilegios terminó por surtir efecto. En la Cuba revolucionaria estaba prohibido el empleo de servidumbre doméstica, tan solo los más altos funcionarios gozaban del privilegio de tener sirvientes en sus casas. Ese había sido el caso de Lorna por ser la compañera del jefe de Seguridad Nacional, pero ahora, tras de ocho años de tener que hacer frente a las labores cotidianas de un hogar, fueron aflorando en su subconsciente antiguos resentimientos en contra de su padre, quien, siendo ella aún muy pequeña, la había obligado a trabajar en las faenas de la casa. Jorge representaba un sustituto de la figura paterna y contra él se canalizaban los no superados resentimientos. Antes de que surgiesen mayores conflictos la pareja optó por separarse, preservando un sincero y amistoso afecto.
 
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Al contrario de los altibajos que le acontecían a Jorge en su vida sentimental, en lo tocante a su desarrollo como médium este proseguía en continuo ascenso, cada vez le costaba menos trabajo alcanzar el nivel de percepción necesario para observar lo que ocurría en el mundo de los espíritus, y cada vez captaba mejor una serie de circunstancias y características propias de dicho mundo. Sin perder el tono festivo y humorístico que lo singularizaba, don Antonio felicitó a su médium por los avances logrados y le comunicó una inesperada noticia: en vista de que estaba ya en condiciones de captar las vibraciones de seres situados en planos superiores, lo iba a presentar con un espíritu con el que había hecho una gran amistad, el de Dante Alighieri, el genial escritor florentino autor de la Divina Comedia.
 
Don Antonio cumplió su promesa y Jorge pudo conocer al espíritu de Dante. Era un alma poderosa y sabia, de exquisita y refinada educación. Gentilmente se ofreció para colaborar en el desarrollo de Jorge proporcionándole enseñanzas sobre muy variados temas. Dante poseía increíbles conocimientos sobre la parte secreta y sagrada de los números, de los colores y de la geometría. Desde luego, dominaba también los aspectos igualmente secretos que tienen las letras, las palabras y, por ende, la literatura en general, de tal forma que enseñó a su discípulo una nueva manera de lectura que le permitía extraer de ciertos textos una oculta y valiosa información.
 
El objetivo central que había dado Jorge a su vida no era el de adquirir una gran erudición, sino el de brindar ayuda a sus semejantes. Aprovechó por tanto sus recién adquiridos conocimientos para proporcionar mejores soluciones a los múltiples problemas que le presentaban las personas que solicitaban su auxilio. En muchos casos se trataba de conflictos derivados de la falta de armonía que predominaba en las vidas de quienes lo consultaban. Las enseñanzas de Dante resultaban especialmente aplicables a esta clase de problemas. Para recuperar la perdida armonía, a veces se requería tan solo de sencillas medidas, como cambiar el color de la ropa que se usaba, variar el régimen alimenticio o reacomodar de lugar el mobiliario de la casa habitación o de la oficina.
 
Las combinadas enseñanzas que recibía el médium de don Antonio y de Dante tomaron un nuevo giro, perfilándose a lograr que adquiriese conciencia de los signos de los tiempos, o sea, de cuáles son las esenciales características de la presente época. Fue así como empezó a comprender que la humanidad y el planeta mismo atraviesan por un trascendental parteaguas. Toda una serie de edades históricas y de ciclos cósmicos están finalizando y dando inicio a otros nuevos. Antiguas profecías, contenidas en los libros y tradiciones sagradas de muy distintas culturas, señalan con toda precisión estos tiempos como una época decisiva de la cual depende el avance o decadencia de la especie humana.
 
Jorge suponía que la información que se le estaba dando sobre la importancia de los actuales tiempos tenía un determinado propósito, pero ignoraba aún cuál podría ser este.
 
 
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Una vez más, el médium y músico intentó alcanzar estabilidad en lo tocante a su vida sentimental y llevó a cabo sus segundas nupcias. La contrayente era una mujer culta e inteligente llamada Bertha Álvarez Martens. El matrimonio tuvo un hijo varón, al que pusieron el nombre de Alejandro. Jorge nunca había dejado de mirar por su primer hijo, y ahora le fue posible llevar a este a su nuevo hogar, por lo que muy pronto el cuarteto constituyó una feliz familia, situación que se prolongó durante varios años.
 
Si existe un misterio insondable, este es cuanto atañe al porqué de la permanencia o extinción del vínculo que mantiene unidas a las parejas. Para frustración de los cuatro sobrevino el divorcio, sin que pueda formularse al respecto una valedera explicación.
 
Finalmente, los espíritus de don Antonio y de Dante dieron a conocer a Jorge los motivos por los que habían venido interiorizándolo en la comprensión de los grandes ciclos históricos. La suerte del planeta dependía de que los seres humanos lograsen superar la inconsciencia que los dominaba y fuesen capaces de impulsar el surgimiento de una nueva cultura de alcances planetarios. El lugar de la tierra donde estaba naciendo esta nueva cultura era México. Debían, por tanto, los dos espíritus y Jorge dirigirse a dicho país, para participar activamente en tan importante acontecimiento.
 
La inesperada propuesta desconcertó a Jorge y durante un tiempo no supo qué resolución tomar. Tenía cincuenta y dos años de edad y gozaba dentro del medio artístico cubano de una envidiable posición, derivada de toda una vida de entrega a su trabajo. Sabía muy bien que estaba en condiciones de rechazar la proposición, pero ahora comprendía que esa era la misión para la que los espíritus habían venido capacitándolo durante muchos años.
 
Aplicando su peculiar forma de lograr su desarrollo, «la de dejarse llevar», Jorge Berroa optó por quemar sus naves y trasladarse a vivir a México.